Valentino, Lefties, Grace Kelly y Chelo García Cortés.

                Después de toda una vida en colegios privados y reputados internados ingleses, tengo que admitir, que para lo que ha costado y el efecto tan nulo que ha hecho en mi, mi familia podía haberse gastado el dinero de esta fabulosa educación en porros y litronas por que despues de todo, nunca consiguieron reformarme: no me gusta el champagne (soy mas de kalimocho), detesto los beach club y las discotecas pijas (soy mas de desparrame) y me encanta acabar un sabado por la noche por los suelos y despertar en la cama de alguien del que a duras penas recuerdo su nombre.

                      Tengo que admitir que para lo único que esto ha servido (y que conste que no se si realmente ha servido para algo mas que no sea dañar aún más mi inestable economía) es para ser capaz de apreciar un Valentino (cueste lo que cueste) de cualquier trapajo plagiado de Zara, pero este, es un handicap que tiene muy poca gente, ya que la mayoria de la población, aunque no se hayan tirado nunca un pedo en público ni se hayan emborrachado con ese elixir de dioses que es el kalimocho (y piensan por esto que son el nova más) no serian capaces de diferenciar una chaqueta de Neil Barrett de un blazer de Lefties.

                  Seguramente si Grace Kelly o la reina Victoria Eugenia, grandes iconos de la moda, levantaran las cabezas de sus respectivas tumbas y vieran los derroteros que ha tomado la moda actual (por que no olvidemos que una cosa es moda y otra muy distinta disfrazarse) correrían a un opencor a comprar un buen lote de ginebra y fanta y se sentarían a beber en cualquier callejón hasta olvidar todo lo que han visto.

                     Yo, antes de anoche, que no me considero un sibarita pero si lo más en cuanto a elecciones de vestuario, tuve que correr a la cocina y mientras veía salvame deluxe tuve que ingerir alcohol hasta que el estampado de la camisa de Chelo García Cortés se volvio borroso y casi desaparece (todo fue cuestion de copas), por que... comprar mantelerías, al más puro estilo dominguero, cortinas de hostal de mala muerte, edredones de ikea o tapicerias de sofá para hacer camisas, debería ser delito tan delito como lo es el santo botellón, pero, el ser hortera no esta penado por la ley y tenemos que jodernos y aceptar como verdad universal que gastarte 300 euros en una camisa, si no es cantosa, es un delito y recuerdo a todo el mundo como conclusión y como llamada de atención a toda esta nueva hornada de blogueros/as que han hecho del disfraz su modo de vestir que la elegancia siempre debe ser silenciosa y que desde luego, si alguien te recuerda solo por lo que llevabas puesto, es que, en ningun caso, supiste llevarlo.