Un chocholoco por favor, que dificil ser lo más, que fácil ser elegante

                         El cocktaill del día se llamaba chocholoco. Yo aún no había estado en muchos sitios de ambiente pero aquello no me podía parecer mas tétrico, di una vuelta por el local, nada que llevarse a la boca, todas aquellas maricas gaditanas eran hibridas de Paco Porras y Richy Bastante o primas cercanas de Rappel en sus peores horas, que no se que es peor, pensé, entonces, que lo mejor sería parecer la típica pija pretenciosa, marisabidilla y antipática para crear así un muro entre todos aquellos cuadros flamencos y yo mismo, me acerqué a la barra como si ella fuese un coche y yo una prostituta del parque del oeste que aun no ha facturado nada, mire al camarero, que debía tener la edad de Tutankamon, este me ofrecio su oído y yo me acerque lo mas que pude (intentando evitar cualquier tipo de contacto físico) y con la voz mas lasciva y  cachonda que pude haber puesto, le dije: Un ruso blanco, por favor, se quedo paralizado, pero paralizado como cuando le rasco la barriga a mi perro, cuando se repuso me miró con la misma cara que tendría si le hubiera pedido la vacuna del sida y me contesto con un: “eso que eh lo que eh”, volví a adoptar mi aire de pija pretenciosa y chunga y le volví a decir: ginebra-tónica, por favor, “no me quea deso illo”, me dijo a la vez que carraspeaba como si tuviera un hamster de 16 kilos en la garganta, y yo, que soy una alcohólica reconocida pero no una borracha anónima en vez de cagarme en su puñetera madre como hubiera hecho cualquier pija deseosa de pillarse el pedo de su vida, mire el cartel, vi el cocktaill del día, y le dije con la misma cara de flipe que tendría si Toni Genil acabase de pasar por delante mÍa con un modelito de alta costura de Galiano (sombrero y complementos incluidos) un chocholoco, por favor. El chocholoco llevaba de todo y cuando digo de todo es que no le falto por tocar ni una sola de las botellas que había en aquella estantería grasienta que tenia a su espalda, así que os podeis imaginar el sabor de aquel chocho con tintes esquizofrénicos.

                      

                     La camarera, que era el dueño del bar, se pudo pensar, por mi actitud dos cosas: una, que yo era un gilipollas integral y otra, que era así de melindres por ser la prima bronceada de la reina de Inglaterra (cosa que me confirmó tiempo después a altas horas de la madrugada de after en casa de uno de esos heteros con novia y look neonazi pero que sienten una extraña y oculta pasión por los niñatos como yo).

                     Así que anoche, en un garito de Marbella, mientras buscaba a oscuras mi ropa interior en el baño de minusválidos y después de haberme tirado al tío que tenía sentado en la mesa de al lado (por que a mi la ropa interior no se me pierde sola), recordé lo que leí esa mañana en el periódico y es que una de esas maricas monísimas, finísimas y elegantísimas cuyo único logro en la vida es haber terminado un cursillo a distancia de protocolo, increpaba a Letizia Ortiz por usar mucha ropa low cost, por que, decía, que con esto, lo único que conseguía es parecerse a gente como Belén Esteban, yo tras encontrar mi ropa interior y reflexionando delante de un daiquiri, pensé que personalmente prefiero tener un chalet en Paracuellos, una legión de incondicionales fans y muchas horas de televisión a ser una experta en sillas de plástico y servilletas de papel, por que… ¿De que cojones sirve ser tan educada, tan fina y tan mona si para que te dediquen tres líneas de mierda en un periódico lo único que sabes hacer es hechar pestes de alguien que no sabe ni que existes?.