Aquella mañana me miré en aquel espejo, tan antiguo que casi podía ver el rostro de todos los que se habían mirado antes en el y casi tan vivido y deshubicado como yo, me atusé el pelo, como si eso pudiera arreglar minimamente la tragedia que en esos salones se vivió la noche anterior, estaba tan mareado y tan desorientado como creo que jamás lo he estado en mi vida, así que lo decidí, no podía más, encendí el tocadiscos y puse O mio babbino caro, de la Callas, lo más alto que pude, abrí mi secreter y saque un camafeo, quite la tapa de onix del broche y saqué aquel trozo de resina informe, maracure o curare que también le llaman, me juró aquel Filipino del Rabal que era lo más efectivo, que ni siquiera notaría como mi cuerpo comenzaba a viajar a la otra vida, sería lo mejor, en cuestión de segundos volveria a ser feliz, volveria a pasear por parkhouse una vez más y que tu y todos los que he ido perdiendo en el camino volveríamos a estar juntos de nuevo, pero esta vez... para siempre.
Le escribi una nota a Agha pidiéndole que me perdonase y recordándole que no sufriera más por mi, por que, en algún momento de los tiempos, nos volveríamos a encontrar pero que esa vez, que ese reencuentro, seria distinto, por que seria para siempre, crucé el salón, me despedi de aquella mujer vestida de verde que me miraba desde aquella pintura de Modigliani, aceleré el paso y entre en aquel baño de teselas de malaquita. me senté en una silla y miré aquel trozo que había sacado del broche, el verano se acababa, más o menos como ahora, alzé la vista al techo procurando reunir las fuerzas suficientes para realizar ese viaje y allí estaba, junto al lavabo, el frasco de Diorissimo, me levanté y aspiré un poco de aquel perfume que me devolvia al pasado y al que tan a menudo recurro y en un segundo, solo en un segundo, cruzaron por mi mente todas aquellas imágenes de cosas que hacían que todo mereciera la pena, aquel perfume flotaba en el aire pidiéndome que no me hundiera con aquel decorado de opereta, me volví a mirar al espejo y lo decidí: esto no se acaba aquí, me limpié la cara, salí del baño, rompí la nota, busque a Agha y la abracé como si el mundo fuese a acabarse, como si ella pudiese salvarme, salí fuera y allí estaba el, me acerqué y le escupí, ya no habia nada que temer, ¿Qué más me podían hacer ya?, entré en el coche, se sentó a mi lado en el asiento de atrás y no cruzamos palabra hasta llegar a Barcelona.